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CERVANTES y la ternura humorística. Eduardo Aguirre Romero. Prólogo de Luis Gómez Canseco.

  • José María Callejas Berdonés
  • hace 13 minutos
  • 9 Min. de lectura

Esta entrada de blog tiene dos partes: una breve crónica de la presentación del libro, Cervantes y la ternura humorística, de Eduardo Aguirre Romero en el Ateneo de Madrid; y una recensión del contenido de la obra por mi parte para invitar a los lectores a su lectura.


Nunca imaginé una presentación tan divertida y tan interesante como la de Eduardo Aguirre y su libro, <Cervantes y la ternura humorística>. Más allá de la melancolía y de la ironía, la ternura humorística es una nueva clave de comprensión de la obra cervantina, entreverada con el humor, el amor y el dolor. La sala Pérez Galdós del Ateneo de Madrid estaba a rebosar y el diálogo de Eduardo Aguirre con los cervantistas Santiago López Navia y Alicia Villar fue muy ameno y lleno de anécdotas biográficas tanto de Cervantes y como de Eduardo Aguirre que encantaron al auditorio que en varios momentos rompió en aplausos. No es la risa fácil de la parodia de los personajes, ni la burla soberbia que menosprecia a los humildes, sino la ternura humorística como gesto de compasión que emociona a los lectores de todas las edades. Eduardo Aguirre hizo un retablo de la alegría de la vida de Cervantes que, por encima de las adversidades que sufrió, no rindieron su voluntad a las penalidades, más bien fortalecieron su sentido del humor y su bondad personal. Ejemplos de Sancho en el Quijote y de otras obras, así como las de su infancia, las de Woody Allen o la bella despedida de Cervantes en el Persiles son notas de una sinfonía del buen humor que acrecienta el amor y la esperanza, incluso en los momentos de dolor constituyen una nueva interpretación que le hacen al lector, ni más ni menos, mejor persona. Gracias de todo corazón Eduardo porque la lección de cervantismo que nos diste ayer por la tarde (jueves 27 de octubre) en el Ateneo de Madrid son de las que nunca se olvidan.



Una crónica espléndida de esta presentación pueden leerla en el Diario de León, por Susana Pedreira: Eduardo Aguirre: «Soy un okupa del cervantismo»


También pueden ver la entrevista en La 8 León, Aprendiendo con Sira: #8ML VIERNES (4-4-25) Cervantes y la ternura humorística, DeSerie,Sergio Muela, Aprendiendo con Sira


Luis Gómez Canseco, autor del prólogo del libro, destaca de Eduardo Aguirre que: "Su amor por el libro y por el escritor nace de la lectura y de un buen sentido por completo ajeno a los intereses y actitudes que adornan los estudios académicos. El suyo es un cervantismo alegre y vuelto hacia la vida... Hacia la vida del propio Eduardo (en la presentación hizo varias referencias a su infancia y juventud muy emotivas) y hacia la de todos los lectores, porque su propósito no es otro que traer a la existencia cotidiana una obra que a veces parece inalcanzable y que, en verdad, nadie o muy poca gente lee". En efecto, esta es una de las claves del libro, la alegría de leer a Cervantes con los ojos del buen sentido del humor tan necesario en la vida cotidiana llena de crispaciones banales que oscurecen la belleza de la existencia humana en la aldea global.


La obra de Eduardo Aguirre no se reduce sólo a Don Quijote de la Mancha, sino que abarca toda la obra literaria cervantina, sea el Persiles, las Novelas Ejemplares o los Entremeses, y está entreverada de alusiones, muy oportunamente seleccionadas, de cervantistas españoles y extranjeros, de escritores antiguos y modernos, de los que han comprendido a Cervantes y, algunos, que no han entendido nada del humor cervantino. También desglosa agudas referencias cinematográficas bien sea de películas de Woody Allen, del Gordo y el Flaco, los hermanos Marx o Roberto Benigni, el director de La vida es bella. No pocas dificultades ha tenido que afrontar Eduardo Aguirre para descubrir el hilo fino de la ternura humorística, pues no puede confundirse ni con la risa de los soberbios, la burla de los poderosos o el chiste fácil de los oportunistas, cuestión que va desvelando y ejemplificando tanto en los personajes cervantinos como en la situaciones vitales que nos hacen responder con la sonrisa del alma; todo ello en el contexto histórico de la España del Siglo de Oro. Como veremos, la ternura humorística va más allá de la ironía o la melancolía. Así, por ejemplo, escribe Eduardo Aguirre: "Dentro de los registros humorísticos que despliega en el Quijote están los que a partir de ahora llamaré los gags personalidad, reveladores del toque más genuino y travieso de Cervantes, aquellos que nos dicen quién es él. Cuando Sancho espeta a don Quijote <con todo esto, suplico a vuestra merced me deje dormir y no me pregunte más, si no quiere que me arroje por una ventana abajo> (QII,LXX) no son solo la personalidad del escudero y la del caballero andante las que percibimos, también la del escritor, que es a quien se le ha ocurrido tal cambio nocturno de tornas, pues es Sancho el que se pone pesado con su verborrea interminable". Para Eduardo Aguirre <la ternura humorística no es sentimentalismo, sino bondad; y a Cervantes también le llevó su tiempo comprenderlo; por ello, esta no aparece desde las primeras páginas, fue un hallazgo paulatino, una sospecha que fue confirmando a medida que escribía>. Y también para los lectores a medida que leemos el libro lo vamos entendiendo. Veamos al contraportada y el índice del libro en esta galería de imágenes.



Un ejemplo emblemático de ternura humorística es el diálogo de Sancho con el escudero del Caballero del Bosque cuando hablan de sus señores:

<Tonto, pero valiente —respondió el del Bosque—, y más bellaco que tonto y que valiente.

—Eso no es el mío —respondió Sancho—, digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga>.

¿No ha sentido el lector -escribe Eduardo Aguirre- un súbito deseo de abrazar a Sancho? Uno de los hallazgos de la ternura humorísticas es que el lector la percibe también en sí mismo, no solo en los personajes; es decir, compartimos la opinión de Sancho porque expresa nuestros sentimientos. Hay mucha revolución en ese "por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón". También se alude al primer gesto de compasión con don Quijote en la primera parte (V) cuando se vecino Pedro Alonso lo recoge maltrecho y espera que no haya gente en la plaza "porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero". "El humor cervantino también es autobiográfico". Para el autor "Cervantes o la felicidad de escribir hubiera podido ser otro título para este ensayo".


Según Eduardo Aguirre: <Para Cervantes, la alegría es una forma de salvación, mediante una sabiduría superior a la de los libros. Siente la atracción del conocimiento intelectual, pero también intuye que hay otras inteligencias, entre ellas la de Sancho. "Hombre libre", llamó Kafka al escudero en un microcuento. Al protagonista del Persiles lo describe como gallardo mozo... "con ojos alegres y voz clara">. Toda la obra de Eduardo Aguirre se lee con gusto y emoción en breves capítulos que provocan la sonrisa permanente del lector, bien sea con los manteadores de Sancho o con su genial ocurrencia de compararse con el caballo de su amo: <Jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir y conocer las personas(...) (QII, XV). Maravillosa concatenación de gags personalidad>. Para Aguirre Cervantes es "el héroe del humor": un escritor que conforme escribía se reía. Toda la obra se vertebra en la unidad amor, humor y dolor, lo ejemplifica con este pasaje: <Advierte, Sancho —dijo don Quijote—, que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte, que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza... ¡Crueldad notoria! —dijo Sancho—... que en verdad en verdad que muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar. (QII, LVIII). También me parecen geniales las comparaciones del sentido del humor de Santa Teresa y de Cervantes: <En Vida, Teresa plasma con entrañable visualidad una infancia feliz, de juegos con sus hermanos y compartiendo lecturas de libros de caballerías, sintiéndose protegidos por el amor de sus padres. ¿Y por qué no creer también en la de Cervantes, pesa a las angustias económicas de la familia? Todos los niños ríen; algunos además gustan hacer reír. El gracejo del escritor era universal, porque la ternura humorística lo es, pero, en efecto, salió enriquecido durante sus años andaluces. No hay localismo alguno en el gracejo cervantino>.


El libro está bellamente ilustrado por Ricardo Sanz, Nicolás M. Roa y el Banco de Imágenes del Quijote.


Un aspecto esencial de la nueva clave de comprensión de la ternura humorística en Cervantes es, para Eduardo Aguirre, la raíz religiosa del Príncipe de los Ingenios, que no fue abandonado <por la Providencia ni en Lepanto ni en Argel. Joaquín Casalduero escribió en Sentido y forma del teatro de Cervantes: "El heroísmo cristiano es un acto amoroso, un acto de generosidad". Si, como vengo manteniendo, el humor cervantino tiene una raíz religiosa -canalizada a través de la ternura humorística-, la vivencia de lo heroico en Cervantes tiene, a mi entender, esa misma procedencia, aunque su obra nunca es púlpito de papel>. A pesar de la falta de reconocimiento del rey Felipe II a Miguel de Cervantes por los servicios prestados tanto en Lepanto como en Argel, hay otra dimensión humana que realza, acertadamente, Eduardo Aguirre: <La mesura crítica es una de las características de la ternura cervantina, favorecida por el paso del tiempo... pero que este cicatrizase las heridas no debe llevar a negarlas; es el humor cervantino -con sus pilares de la alegría y el perdón- el que triunfa sobre ellas>. Otra prueba es la referencia al poeta Píndaro y su recomendado: "Llega ser quien eres", añade, Aguirre: "Cervantes dedicará su vida a intentarlo. Y Ortega y Gasset plantea, en sus Meditaciones del Quijote (1914) que el héroe es aquel que consigue ser él mismo, pese a cualquier condicionante, social o familiar; al alcalaíno le cuadra estos en varios aspectos: héroe del humor porque se rio primer de sí mismo... en el Quijote pasó de reírse al principio de sus dos protagonistas a hacerlo con ellos... porque amó al lector, y también porque puesto ya el pie sobre el estribo escribió con risueña despedida del valle de lágrimas. Murió, pues, con heróica alegría. Sin rendirse". La alegría trasciende a la ironía.


Una bella referencia hace Aguirre a la sabiduría de la aflicción del Juan de Mairena de Antonio Machado (al releer el Quijote en los años previos a la Guerra Civil): "el humor cervantino, todo un clima espiritual que es todavía, el nuestro". Y aparece el término "sonrilágrima", al que dedica el autor el último capítulo, tras referirse al triste estado de ánimo de Sancho por la muerte de su Señor y, a la vez, está alegre "porque algo le caería en la herencia"; prosigue Eduardo Aguirre: <El duelo vendrá después para siempre. Para comprenderlo basta con mirar a nosotros ... al acabar el Quijote nos sentimos tristes o, al contrario, alegres? Si tristes... entonces... ¿qué es esa sonrisa qué nos cosquillea?, si alegres... decidme... ¿por qué ese sutil zarandeo? Sonrilágrimas>. Por último, tengo que decir que al lector no le deja indiferente la sensibilidad con la que Eduardo Aguirre nos trasmite la alegría de la esperanza en la otra vida, nunca mejor dicho en el Domingo de Resurrección en el que redacto esta recensión, experiencia que nos transmite a su vez Cervantes, y que cita Eduardo Aguirre, en su dedicatoria al Conde de Lemos: <Ayer recibí la Extremaunción y hoy escribo esta. El tiempo es breve las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto llevo la vida con el deseo que tengo de vivir (...) Apuró el humor hasta el final y regaló a sus regocijados amigos -entre los que ya podemos incluirnos- un último gag, ese maravilloso que "espero veros presto contentos en la otra vida". Sea, don Miguel>.


Para terminar, como lector agradecido a Eduardo Aguirre y a su <Cervantes y la ternura humorística>, quisiera recordar lo que dijo en la presentación de su libro en el Ateneo de Madrid: "soy un okupa del cervantismo". Provocó una alegre carcajada en todos los asistentes al acto en un clima entrañable de afecto que nunca olvidaré. Ahora que he leído su obra le digo que su ternura humorística ha okupado mi corazón. Gracias.

 
 
 

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