Origen de la filosofía española. S. XX.(1). Epistolario de Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset.
Iniciamos una serie de reflexiones personales sobre los orígenes de la filosofía española a través de las cartas que se escribieron Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset a comienzos del siglo XX, no sin antes, poner en el frontispicio de mis reflexiones las palabras de Miguel de Unamuno -febrero, 1911- en su ensayo, <Sobre la tumba de (Joaquín) Costa. A la más clara memoria de un espíritu sincero>: "Es inútil darle vueltas. Nuestro don es ante todo un don literario, y todo aquí, incluso la filosofía, se convierte en literatura. Nuestros filósofos, a partir de Séneca, son los que en Francia llaman moralistas. Y si alguna metafísica española tenemos es la mística, y la mística es metafísica imaginativa y sentimental".
En la Edad Contemporánea es decisiva la obra: <Vida de Don Quijote y Sancho> de Miguel de Unamuno; publicada en 1905. Aunque no todo comienza con ella, como nos documenta Ricardo Gullón en su lúcida introducción (edición de 1987) al reseñar, entre otros, el artículo <Quijotismo> de Unamuno de 1895. Unamuno pone un prefacio a la obra, "El sepulcro de Don Quijote", y en el prólogo a la segunda edición (enero de 1913) deja claro que "no es obra de centenario" (dado que se celebró en 1905, cuando apareció la obra, el III centenario de la publicación de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes en 1605). Ricardo Gullón hace alusión a Joaquín Costa y a Unamuno como "agitador de almas que no se resignaba al desánimo generalizado de los españoles": <Si coincide con Joaquín Costa en considerar la regeneración de la patria como primera tarea del intelectual español, disentía en cuanto a los medios>. Así mismo, resalta las palabras de Unamuno a su amigo Pedro de Múgica en 1904, que está escribiendo sobre el texto cervantino unas: <libres meditaciones sobre la base del Quijote>. Así vislumbramos el contexto histórico del epistolario Ortega-Unamuno.
Es Ortega quien saca el Quijote a la palestra del epistolario, desde Marburgo (Alemania) el 3 de enero de 1907, carta IX, le escribe a Unamuno: <Alonso Quijano a su amigo el criado decía: "considera, amigo Sancho, que nadie es más que otro mientras no haga más que otro">. (I,18). Y añade en la carta X: <La decadencia cultural de Alemania es indudable (le habla del ascenso del Nacional-liberalen y la pérdida de actas de los socialistas ante ellos: <El orgullo nacional de esta gente se ha salido de madre>. Al hablar de filosofía y ciencia en Alemania se pregunta Ortega: <¿No sería muy curioso ver cómo cristaliza esa cosa rara de la filosofía en una sesera española? Como un tío mío que tiene 87 años y todas las mañanas ante la sopa dice: Vamos a ver lo que da de sí un hombre bien cuidado, me digo yo también, vamos a ver lo que da de sí un español filósofo, o lo que da de filosofía una testa celtíbera>.
La cuestión central se plantea en la carta AII que Ortega, desde Marburgo el 17 de febrero de 1907, escribe a Unamuno: <Sigo leyendo a ratos sueltos -¡ay, no puedo, no me es lícito de otra manera!- su <Quijote>. (Vida de Don Quijote y Sancho, Librería de Fernando Fe, Madrid, 1905). Considero errónea su forma extrema, literaria del libro: produce el efecto de una serie de empellones; además el seguir al hilo del texto le obliga a muchas repeticiones y a muchas cosas innecesarias. Si algún día lo rehace creo que debe dejar el texto y enhilar lo que V. Por los demás...¡he llorado! -desde que soy platónico todo me hace llorar- pensando que a la hora//de ahora es posible que no haya quinientos españoles que lo hayan leído y ni de diez que lo hayan comprendido. Estoy trabajando en reconstruir su Idea (¡rabie!) y cuando lo haya logrado se lo remitiré con mi crítica. De este modo siembro germen para un futuro y lejano -pero recio- estudio sobre V>. (Se refiere Ortega y Gasset a su obra, Meditaciones del Quijote que publicará la Residencia de Estudiantes. Madrid. 1914). La fuente de información es el Epistolario completo Unamuno-Ortega. Introducción de Soledad Ortega Spottorno. Edición de Laureano Robles y colaboración de A. Ramos Gascón. Ed. El Arquero. Madrid. 1978.
Prosigue Ortega -carta AII- contundente: <Respecto a Cervantes comete V. una terrible injusticia histórica considerando sin más ni más como literato al único filósofo español>.
Tras hablar de Castilla y Europa, Ortega escribe: <Don Quijote que huele la ensalada de trasnochada de Maritornes, pero huélela según una esencia. Los españoles que han sido los primeros ladrones de oro de la historia, pero no han querido nunca hablar de la ciencia económica. Los españoles para quienes para los que la vida no es un problema técnico, sino un problema metafísico-existencial>.
<Sólo ha habido un castellano que siendo sobrehombre supo a fuerza de ironizar e ironizarse (en recto sentido; no el de Anatole France, ¡por Dios!) tomar su sobre humanismo como espectáculo, superarlo y llegar, si no totalmente, por lo menos teóricamente a Hombre. Fue Cervantes. La lectura del Quijote deja un dejo específicamente distinto // que todo otro libro español. Antes de buscar en el fondo del infinito de las posibilidades la intención de Cervantes tenemos un hecho característico e inmediato: el dejo único del Quijote. ¿En qué consiste? Es una serenidad y un bálsamo en que sume el lector su alma y ¡todo lector! Esto es la cosa: ¡Todo lector! Alto o bajo, linfático o sanguíneo, viril o dulcedumbroso (suave), realista o idealista. ¿Qué es esto? Yo no puedo leer a Quevedo sin odiarlo, ni a Lope, ni a Calderón. Pero Cervantes simpatiza conmigo y... con todos. La sim-patía, esto es Cervantes. ¿De dónde la nace? Cervantes se coloca la vida delante como problema absoluto y mira toda manifestación bajo la forma del valor último, del fin último y como halla éste en el infierno, concluye: todo vale lo mismo frente al infinito>.
<El mundo -prosigue Ortega a Unamuno- como espectáculo y dentro de él, el más bello, el espectáculo moral. Comprender,//pensar, teoría es informarse en el mayor número posible de deformaciones individuales, es mirar el espectáculo que va creando por sí misma cada retina y hallar que todos son bellos y tienen un valor cuasi-infinito vistos desde las retinas que los proyectan. Esta es la simpatía cervantina, la ironía del gran castellano, ironía intelectualista. Esto, en mi opinión, constituye el cimiento del Quijote, libro que será él último que sigan leyendo los hombres cuando hayan aniquilado todos los demás... De modo que lo que distingue al Quijote es que es el único libro español no dogmático y se salva del dogmatismo no por escepticismo, como el pedante Montaigne, sino precisamente por la multiplicación infinitos de los dogmas: cada mónada, cada cosa es un dogma>.
Prosigue Ortega: <Lo demás que hay en el Quijote es ya suposición, amistoso consejo empírico y personalísimo de Cervantes. Lo positivo son los palos: la vida es un dolor porque es una deformación, lo que supone una resistencia... Ahora bien, ¿a quién dolían menos a Don Quijote o a Sancho? Siendo la resistencia igual, es posible,que a mayor energía imaginativa menos dolor. Yo creo, pues -viene a decir Cervantes-, que aun a igualdad del número, los palos de Don Quijote son menos palos>.
Continúa la carta AII (febrero-1907) de Ortega a Unamuno:<Esta metafísica cervantina del mundo como imaginación no ha de buscarse sólo en el Quijote. Quién quiera tomarse el trabajo haga un estudio sobre esta constante preocupación de Cervantes. ¿Qué otra cosa es el Licenciado Vidriera, y el Retablo de las Maravillas y el Curioso impertinente. Nunca he comprendido cómo en su comentario suprime esta novela dándola de literatura cuando contiene e germen del Quijote: la realidad como deformación de la realidad, la vida como amaneramiento.... Todas las realidades son trágicas porque ninguna es realidad: y esto, porque ninguna es la sola realidad sino la únicamente mía... (...) La antinomia trágica de la transmisión de lo intransmisible de que V. me habla tendría en Cervantes prontísima explicación: toda expansión y sólo una expansión es una tragedia. Así la tragedia del erostratismo, del proselitismo, de la vida social, del amor, etc. Y sobre todas éstas el prototipo de toda expresión: la inmortalidad del alma>. Toda esta meditación filosófica de Ortega provocó la publicación de <Vida de Don Quijote y Sancho>, de Unamuno.
Carta XXVI. Bilbao. (2-IX-1911). Miguel de Unamuno a José Ortega y Gasset: <No sé si esta carta le cogerá (sic) a usted, mi querido amigo, todavía en la fortaleza de Marburgo. La suya llegó a Salamanca cuando yo andaba por los riscos de Gredos para ir a reposar en lo alto de la Peña de Francia, donde con dos amigos franceses (Maurice Legendre y Jacques Chevalier) y entre dominicos pasé unos días afables>. El cuadro, de 1913, recuerda su paso por La Alberca, camino de las Hurdes.
Tras hablar de la familia y de la cátedra de Metafísica de la Complutense ganada por Ortega en 1910, le dice Unamuno: <Porque la obra de usted está ahora ahí, en la cátedra de Madrid, y no en Marburgo. Respecto a sus andanzas le responde Unamuno: <Todo lo encuentro en la persona. Lo grande del cristianismo es ser el culto a una persona, a la persona, no a una idea. No hay más teología que Cristo mismo, el que sufrió, murió y resucitó. Y sólo me interesan las personas>. Esta afirmación de Unamuno <todo lo encuentro en la persona> me parece fundamental, no sólo de su filosofía y poesía, sino de la tradición cultural española, especialmente, de la mística, ya que no es ajena, por ejemplo, la concepción de la persona de Teresa de Jesús en la obra de Cervantes, y la de nuestro príncipe de las letras y las humanidades con los orígenes de la persona humana en la cultura griega, en la línea de María Zambrano (ver en mis escritos en el inicio de esta página web).
Por último, Unamuno escribe a Ortega en 1933 (publicadas las Meditaciones del Quijote de Ortega de 1914 y Del sentimiento trágico de la vida de Unamuno en 1913, ambas trascendentales según nuestro punto de vista) tratando de una controversia de Ortega con corresponsales extranjeros de prensa que vienen a España sin saber nuestro idioma: <El público sencillo y desprevenido nos entiende mejor cuando no se entrometen truchimanes de éstos. Los cabreros entendieron muy bien a Don Quijote, aunque Cervantes dé a suponer otra cosa>. Aquí se constatan las diferencias de enfoque entre Unamuno que defiende una libre interpretación del Quijote por encima de Cervantes, y Ortega que hace una defensa de Cervantes como creador literario-filosófico del Quijote. Unamuno defiende nuestra identidad española frente a la cultura europea y concluye el Rector de la Universidad de Salamanca: <Nuestra propia historia, que es nuestra vida en común civil y nuestra educación. Una educación permanente. Que a vivir sólo se aprende viviendo. (...) <¡Cosas de España, se decía antes, y ahora se empieza a decir: "El caso España". ¡Y que se nos venga a que les dictemos un resumen de apuntes sobre la españolidad a los que nos llevamos años rompiéndonos la cabeza y el corazón para cobrar la conciencia más plena posible de ella!>.
Continuaremos nuestras reflexiones sobre los orígenes de la filosofía españoles con los grandes escritores de la cultura española: Antonio Machado, Azorín, Benito Pérez Galdós, María Zambrano, Luis Rosales, Francisco Pérez Ayala, Salvador de Madariaga, Miguel Delibes, Pedro Laín Entralgo, Antonio Rodríguez Huéscar, Ciriaco Morón, Julián Marías y Antonio Buero Vallejo, entre otros, como referentes ejemplares de nuestros valores universales y humanistas en la encrucijada de nuestro mundo global.