Reflexión filosófica sobre <El alcalde de Zalamea> de Pedro Calderón de la Barca.
Este artículo inédito sobre la obra de teatro, <El alcalde de Zalamea>, fue escrito en el año 2000 con motivo del IV Centenario del nacimiento del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681). Recuerdo la espléndida puesta en escena de José Luis Alonso en el Teatro de la Comedia y la Compañía Nacional de Teatro Clásico en 1988, y magníficamente adaptada por el poeta Francisco Brines, representación a la que tuve el privilegio de asistir con alumnos de Filosofía y Ética del Instituto Nacional de Bachillerato Ignacio Ellacuría de Alcorcón. Aquí están las imágenes de la representación teatral:
El alcalde de Zalamea o la esperanza en la justicia.
José María Callejas Berdonés.
Profesor de Filosofía de Instituto.
Con motivo del cuarto centenario del nacimiento del gran dramaturgo Calderón de la Barca, Madrid (1600-1681), vamos a esbozar la línea argumental de la acción principal en “El alcalde de Zalamea” (1636), que el poeta dramaturgo nos adelanta, en la -Jornada II- de “La vida es sueño” (1635), cuando Segismundo recrimina la actitud de su guardián Clotaldo, y le acusa de ser un traidor a la ley, es decir, de actuar contra la razón y el derecho al retenerle encadenado en la torre cumpliendo el injusto decreto del Rey, por el que le privan de su derecho natural a la libertad. Segismundo: “En lo que no es justa la ley/ no ha de obedecer al Rey ”.
Si en “La vida es sueño” Calderón nos invita a no perder nunca la esperanza en la libertad, en “El alcalde de Zalamea”, nos impulsa a tener esperanza en la justicia. Como principio ético la justicia debe estar por encima de la ley. Esta obra encierra otra enseñanza decisiva para la mentalidad moderna a la que no es nada ajeno Calderón: su denodada lucha por los derechos de la mujer, de su dignidad como persona, que ha de ser tan honrada como el hombre, en la más pura tradición de la comedia cervantina, en la que el espectador, el pueblo llano, debe salir enamorado de la virtud.
Tanto el teatro trágico de Sófocles en “Antígona” como el diálogo de Platón en “La República o de la Justicia” tienen un denominador común: la defensa de la justicia ante la injusticia. En la primera se defiende la libertad de conciencia frente a la tiranía de la “sinrazón de Estado”, Sófocles muestra la razón –la prudencia- como el mayor de los bienes que al hombre han dado los dioses[1], y la irreflexión como el mayor de los males[2]. En la segunda Platón defiende la justicia como el mayor de los bienes del hombre y la injusticia como el mayor de los males[3]. En “Las Leyes”, Platón insiste en la justicia como fundamento de la ley, este bien es el fin que deben prescribir las leyes, su origen y meta es el ideal ético para los hombres y los gobernantes justos como lo fue Solón de Atenas.
“El alcalde de Zalamea”, Pedro Crespo, encarna magistralmente el personaje de hombre bueno, justo y honrado, es decir, la ley de la conciencia moral siente que la dignidad de la persona es el bien supremo. Esto significa que en la vida cotidiana todos somos iguales ante la ley, idea que Sófocles puso en boca de Antígona aludiendo al dios Hades. La igualdad moral ante la ley es el argumento de Pedro Crespo frente al capitán D. Álvaro de Ataide, autor de la deshonra de su hija, que pretendía burlar la justicia civil con la ley militar, ésta eximía “de hecho” –casi siempre- a los militares de su sanción legal. Calderón plantea la supremacía de la sociedad civil frente a la militar, como Platón en “Las Leyes”. El compromiso personal –como diría Mounier- de P. Crespo desvela la adhesión a una jerarquía de valores donde la justicia prevalece sobre la ley.
Personajes y acción principal en “El alcalde de Zalamea”. El escenario es el pueblo de Zalamea –Badajoz- en el límite de Extremadura con Portugal, basado probablemente en un hecho real durante la conquista de Portugal por las tropas de Felipe II en 1581. Su antecedente literario es el “El Alcalde” de Lope.
Dramatis personae.
-El Rey Felipe II[4].
-Don Lope de Figueroa, ostenta el mando de las tropas, fama de animoso y valiente, pero también de hombre “desalmado, jugador y renegado del mundo” ... “que sabe hacer justicia del más amigo/ sin fulminar el proceso”. Delicado de salud.
-Don Álvaro de Ataide, capitán, inteligente, astuto, falso y caprichoso, le pierde su deseo apasionado por la hermosura de Isabel, hija de Pedro Crespo, a la cual deshonra. -Sargento, pendenciero por naturaleza, anima al capitán a la conquista de Isabel.
-Pedro Crespo, labrador, viejo, campesino recio, justo y honrado, alcalde de Zalamea. -Juan, hijo de Pedro Crespo, joven con inquietudes y crítico con su circunstancia.
-Isabel, hija de Pedro Crespo, bella y hermosa, discreta con cierta dosis de ingenuidad. -Inés, prima de Isabel, representa la prudencia y la cordura.
-Don Mendo, hidalgo enamorado de Isabel, la cual no le corresponde, tímido y recatado. -Nuño, es la voz popular, criado fiel del hidalgo.
-Rebolledo, soldado al que utilizan para dar la cara en situaciones límite, es gracioso.
-La chispa, hace honor a su nombre.
-Escribano, secretario del ayuntamiento.
Jornada I.
Inmediaciones de Zalamea. En el primer diálogo del sargento con el capitán Álvaro de Ataide ya se traslucen sus intenciones de alojarse en la mejor casa del pueblo, la de Pedro Crespo, no tanto por sus comodidades sino porque allí se encuentra una “bella mujer”, Isabel, hija de Pedro Crespo. A primera vista al capitán no le parece que sea mujer para él, pero al sargento sí, porque le vale “cualquiera que se me ofrece”.
-Salen el hidalgo D. Mendo –al que relacionan con D. Quijote por su aspecto- y Nuño su criado, aquel dice que le da pena Pedro Crespo por los huéspedes que le esperan. D. Mendo, en un gesto de poderío, rememora a su padre que obtuvo una ejecutoria real por la cual no está obligado a hospedar a nadie, una exención de su linaje, Nuño pone en duda lo que dice su Señor, y éste le dice: “Filosofía no sabes, y así ignoras los principios”... Nuño sabe que D. Mendo no está exento del hambre y le responde con un dicho de la sabiduría popular: “que adelgaza la hambre los ingenios”. D. Mendo, enamorado de Isabel, está indeciso a la hora de pedirle la mano a su padre Pedro Crespo, Isabel desde el balcón “le da calabazas”, y el padre no le quiere para su hija.
-Hay un diálogo entre Pedro Crespo y su hijo Juan, en el que el padre le da unos consejos para que sea honrado en la vida. Juan no quiere el hospedaje de los capitanes y Pedro Crespo dice que por dignidad no le va a comprar una ejecutoria al Rey, si no le compra la sangre...”Pues ¿qué dirán? Que soy noble/ por cinco o seis mil reales. /Y eso es dinero, y no es honra:/ que honra no la compra nadie” (esc. IX). La honra es el ser o no-ser. Pedro Crespo pide a su hija que se esconda en una buhardilla lejos de la soldadesca. El capitán se entera dónde está Isabel y finge una pendencia con Rebolledo para llegar al aposento. El capitán tiene un deseo apasionado de verla, agravado, al ser escondida.
-Simulada la pelea entre el capitán y Rebolledo hacen creer a Isabel que éste va a morir, intercediendo ella ante el capitán: “que los hombres como vos/ han de amparar a las mujeres, si no por lo que ellas son,/ porque son mujeres: que esto/ basta, siendo vos quien sois.”(esc. XV). La persona es un “fin en sí mismo. Le pide respeto para la vida de Rebolledo, llega P. Crespo y descubre al capitán en el enredo. Aparece D. Lope de Figueroa recrimina al capitán, que miente para salvarse e inculpar a Rebolledo, les expulsa de la casa y amenaza con la horca al que no cumpla sus órdenes; Crespo dice quien le afrente con un “átomo de mi honor... también le ahorcara yo”.
D. Lope: “¿Sabéis que estáis obligado/ a sufrir, por ser quien sois, / estas cargas?" (esc. XV). Pedro Crespo: “Con mi hacienda;/ pero con mi fama no. /Al Rey la hacienda y la vida/ se ha de dar; pero el honor/ es patrimonio del alma, / y el alma sólo es de Dios”[5].
D. Lope: “¡Vive Cristo, que parece/ que vais teniendo razón! ". Verso que expresa el nudo gordiano de la obra, el honor y la honra de una persona ni se compra ni se vende, la dignidad persona es el fundamento de la justicia, está por encima de la ley y del Rey. Es el núcleo de la argumentación ética del drama calderoniano el alma es la sede de la libertad humana.
Jornada II.
En el primer acto se pintan las circunstancias personales y sociales de los personajes, desvelándose sus intenciones. En el segundo acto se desarrolla la acción principal, la traición y cobardía del capitán frente a la honradez y valentía de Pedro Crespo.
-Nuño se entera por la criada de Isabel del enredo y se lo dice a D. Mendo, que se siente agraviado, ambos se dan cuenta de la artimaña del capitán que es “puro teatro”. La pasión enciende al capitán: “Este fuego, esta pasión, / no es amor sólo, que es tema, / es ira, es rabia, es furor”. (Esc. I). Aquí vemos una clara relación con Platón, según el cual el “triple apetito” –que puede ser virtud o vicio- de los seres humanos, la comida, la bebida y la excitación sexual son necesidades esenciales, el último es: “el más vivo de nuestros amores... hace arder totalmente a los hombres, hasta el punto de hacerlos enloquecer: es el deseo de procreación, una hoguera que carece de toda medida”; “Las Leyes”, (782c/783d). El capitán no tiene intención de procrear; pero está confiado en que su acción deshonesta, forzar a Isabel, será impune, no tiene miedo, es imprudente y no tiene freno. Platón en el mismo pasaje dice que estos tres “impulsos enfermizos” para moderarlos hay que aplicarles “los tres frenos más fuertes: el temor, la ley y la razón verdadera”. Ninguno afecta al capitán de momento.
-El capitán, cuando el sargento le pregunta: ¿para qué intentas que una mujer en un día te escuche y te favorezca?, responde con unos bellos versos: “En un día el sol alumbra/ y falta; en un día se trueca/ un reino todo;... en un día nace un hombre/ y muere: luego pudiera/ en un día ver mi amor/ sombra y luz como planeta,/ pena y dicha como imperio,/ gente y brutos como selva,/ paz e inquietud como mar, / triunfo y ruina como guerra,/ vida y muerte como dueño/ de sentidos y potencias:/ y habiendo tenido edad/ es un día su violencia/ de hacerme tan desdichado” (esc. III). D. Lope después de dialogar con Pedro Crespo se da cuenta que no está dispuesto a que nadie abuse ni de su honor, ni de su hija. D. Lope reflexiona si el villano es ladino o prudente. D. Lope manda que le sirva Isabel para honrarla, Pedro Crespo llama a su hija para que se presente.
-Se oye la juerga en la calle de la soldadesca que se para ante la ventana para cortejar a Isabel, D. Lope les justifica porque la guerra requiere un tiempo de asueto. El pique entre D. Lope y P. Crespo va “in crescendo”, uno tira la mesa por el dolor de pierna y el otro tira la silla para no ser menos, aunque en el fondo ambos están indignados por la algarabía. Se retiran a dormir, pero de nuevo la bulla les hace salir con sus braquetes, huyen todos menos un soldado altivo al que D. Lope ordena que se vaya, “le amenaza, pero no le da”, pensando que P. Crespo entraría al duelo. Llega el capitán y D. Lope le manda llevarse a la compañía para no hacer un daño mayor a Zalamea.
-Llegamos al momento clave (esc. XVI) cuando el capitán urde con el sargento la táctica para huir de Zalamea una vez que él se “haya visto” con Isabel. El capitán le advierte al sargento que se juega la vida en el intento y se imagina que Isabel le ha dado alguna esperanza a su deseo. Mientras D. Lope recluta a Juan para la guerra por su afición a las armas, Pedro Crespo da unos consejos a su hijo (como D. Quijote a Sancho para que sea buen gobernador de la Ínsula), “porque siendo humilde, con recto juicio acordarás lo mejor” y “no hables mal de las mujeres:/ las más humilde, te digo/ que es digna de estimación, / porque, al fin, de ellas nacimos”. Se despide Juan. Isabel e Inés salen a la puerta de la casa junto a P. Crespo, llegan tres soldados detienen a Inés y P. Crespo, y se apoderan de Isabel, ésta les llama traidores y su padre dice: “Soltar la presa, traidores/ cobardes, que habéis cogido;/ que he de cobrarla o la vida he de perder”. Responde el sargento: “Vano ha sido/ tu intento, que somos muchos”; Crespo:” Mis males son infinitos, / y riñen todos por mí... (Cae); Juan oye la llamada de la sangre “¡Ay de mí!", de su hermana y de su padre; vuelve a casa recordando uno de los consejos de su padre: “Reñir con buena ocasión, / y honrar la mujer”.
Jornada III.
En el último acto se resuelve el dilema de la justicia o la ley ante el Rey.
-Isabel se lamenta de su humillante violación, (esc. I), no sólo le preocupa ser víctima de la deshonra sino la reputación de su padre. El éxito de esta obra por los pueblos de España fue su “carácter de realidad” (justicia poética), con la cual se identificaban cientos de mozas y sus familias humildes, que nunca pudieron reparar las injusticias de las “pasadas” de muchos miembros de los ejércitos por sus tierras; al menos en los escenarios se hacía justicia: virtud que brillaba por su ausencia. Isabel relata al padre su deshonra: “Porque querer sin el alma/una hermosura ofendida/ es querer a una mujer/ hermosa, pero no viva/...” en que ya no pedía al cielo/ socorro, sino justicia”... Juan hiere al capitán, P. Crespo desata a su hija de la encina y le acoge con ternura en sus desdichas. Pedro Crespo recibe una buena noticia, ha sido elegido alcalde y como representa a la justicia se estrena con dos grandes causas, una recibir al Rey en persona y otra hacer justicia con el agravio del capitán. Pedro Crespo dice a su hija: “ya tenéis al padre alcalde: él os guardará justicia”. El capitán herido tiene miedo de ser detenido.
-El capitán cree que con él no va la justicia ordinaria y que es forzoso que se le remita a un consejo de guerra. Aparece el alcalde Pedro Crespo con la vara de la justicia y como hombre de bien interpela cara a cara al capitán, ya que su hija se ha criado con “virtud y recogimiento”[6], le pide al capitán de rodillas el honor que él mismo le ha quitado, en un gesto de mansedumbre del alcalde, el capitán altivo le “perdona la vida” y cree que no tiene nada que temer, “si por justicia ha de ser,/ no tenéis jurisdicción”.
-El alcalde le avisa que no saldrá de Zalamea si no es preso o muerto. El capitán alega que se quejará al Rey de esta sinrazón. El alcalde también detiene a su hijo por haber herido al capitán, Juan le dice: ”¿A tu hijo, señor/ tratas con tanto rigor?”. Siempre aparece en Calderón este conflicto padre e hijo, parece ser que tuvo un padre autoritario. En “Antígona”, Hemón se enfrenta a su padre Creonte por defender a su prometida Antígona, injustamente tratada. Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, da ejemplo de igualdad ante la ley en nombre de la Justicia. D. Lope monta en cólera al saber que un “alcaldillo” prendió a un capitán que depende de su jurisdicción. En esta escena XV se alcanza el mayor grado de tensión en el diálogo por la verdad de la causa entre ambos, D. Lope como juez de la jurisdicción militar y Pedro Crespo de la justicia civil.
-Cuando D. Lope pretende llevarse al capitán preso, llega el Rey y pide explicaciones: contestándole el alcalde de Zalamea: “Este proceso, en que bien/ probado el delito está,/ digno de muerte, por ser/ una doncella robar,/ forzarla en un despoblado, /y no quererse casar/ con ella, habiendo su padre/ rogándole con la paz”: D. Lope le dice al Rey que el alcalde es su padre, y éste contesta, reforzando su argumentación clave: “No importa en tal/ caso, porque sin un extraño /se viniera a querellar/¿no había de hacer justicia?/Si; ¿pues que más se me da/hacer por mi hija lo mismo/ que hiciera por los demás?”. ¿No es un ejemplo de cumplir la utopía de la igualdad de las personas ante la ley? ¿No es la esperanza la fuerza de la voluntad?
-El Rey contesta que bien está la sentencia, pero que no tiene autoridad para ejecutarla, puesto eso toca a otro tribunal, “Allá hay justicia, y así/ remitid al preso”. Pedro Crespo responde al Rey que mal podrá remitirle pues la sentencia está ejecutada por haber allí una sola audiencia. El Rey no da crédito a sus ojos cuando ve al capitán “dado garrote en una silla” y a la pregunta del Rey de cómo fue tan osado su atrevimiento le dice: “Toda la justicia vuestra/ es sólo un cuerpo no más;/ se éste tiene muchas manos...Y ¡qué importa errar lo menos/ quien ha acertado en lo más?", el Rey: “D. Lope, aquesto ya es hecho./ Bien dada la muerte está;/ que errar lo menos no importa/si acertó en lo principal”... P. Crespo: “Sólo vos a la justicia/ tanto supierais honrar[7]”. En la “Política” de Aristóteles, 1273 b, hablando de las reformas de Sólo de Atenas, se considera a los tribunales de justicia el elemento más democrático del sistema; leyendo entre líneas, creemos que Calderón defiende la soberanía popular.
Conclusión. El teatro poético es una forma de sabiduría que desvela un horizonte hermenéutico nuevo en la interpretación de la realidad. Muestra por otra parte, lo que E. Trías llama la razón fronteriza, (ver “Ética y condición humana”) que se sitúa en el límite de lo inefable, en el que la naturaleza lingüística de la razón muestra toda su grandeza narrativa. Como decía Miguel de Unamuno el teatro es la puesta en escena de la moralidad. La filosofía en España en la modernidad se mostrado en la novela y el teatro, y la categoría utópica por excelencia ha sido la esperanza, que es una condición de la libertad. En la persona de Jesús se encarna la utopía de la justicia[8] cristiana en la Bienaventuranzas. En Zalamea se cumplen la justicia divina y humana por la esperanza.
[1] “Tragedias”, Sófocles, “Áyax”, “Antígona”, 683-685, pág.102, “Edipo Rey”, “Electra”, “Edipo en Colono”, Biblioteca Básica Gredos, Madrid-2000.
[2] Ídem, 1243, p. 123. (La igualdad ante la ley es una idea central de la doctrina de la justicia en Hesíodo).
[3] “Obras completas”, Platón, “La República”, L. II, 366a-367d. Ed. Aguilar. “Las Leyes”, 644a y 922c.
[4] Seguiremos la edición de clásicos castellanos de Espasa-Calpe, en cuya introducción Augusto Cortina, cita a Antonio de Herrera y destaca un bando de Felipe II en el que se da una clave fundamental para entender esta obra: “So pena de la vida...” que ningún soldado, ni otra persona de cualquier grado ni condición que sea, ose ni se atreva de hacer violencia ninguna de mujeres, de cualquier calidad”, p. LII.
[5] Estos magistrales versos de Calderón son expresión genuina de su fe cristiana; no obstante, traemos a colación un texto platónico en esta línea: “...pues de todos los tesoros que poseemos, el alma es, luego de los dioses, lo más divino que hay, por ser también lo que hay en nosotros de más personal”... República 723b-727 a, habla de honrar el alma y del honor como un bien divino, de nuevo en 731e, dice que el alma es, para todo ser humano, el más valioso de los bienes. Para Aristóteles, el “Nous”, es lo más divino del hombre.
[6] La virtud es la esencia de la paideia en Platón para ser buen ciudadano y ser gobernado conforme a la recta justicia (644ª), en estas palabras de “Las Leyes”, vemos reflejados muchos versos de Calderón; “en la medida de lo posible, en la educación como para todo lo demás, la mujer comparta los trabajos del hombre” (805b). También el hombre bueno debe ser irascible con el transgresor en la exigencia de justicia.
[7] Hay un pasaje del Quijote de Cervantes que tiene que ver con el desenlace: “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas; la 1ª) por defender la fe católica; la 2ª) por defender la vida, que es de ley natural y divina; la 3ª) en defensa de su honra, de su familia y su hacienda; y la 4ª) en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir una 5ª) en defensa de su patria. II, XXVII Igualmente, en II, XLV, una mujer le pide a Sancho Panza cuando comienza a gobernar su reino: "¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo!".
[8] Ver, “Qué aporta el Cristianismo a la Ética”, José Gómez Caffarena, FSM. Madrid. 1991.