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José María Callejas Berdonés.

<Presencia de Dios en el "Libro de la Vida" de Teresa de Jesús>. X Jornadas Revista Diálogo Filosófico.

X Jornadas de Diálogo Filosófico. <Pensar y conocer a Dios en el siglo XXI>. Universidad Pontificia de Salamanca, septiembre de 2015. Comunicación de José María Callejas Berdonés.

(Las notas a pie de página se relacionan al final del texto).

Comunicación: <Presencia de Dios en el Libro de la Vida de Teresa de Jesús>.

<Estando una vez en las horas con todas, de presto se recogió mi alma y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas, ni lados, ni alto, ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi alma le veía claro como en un espejo, y también este espejo (yo no sé decir cómo) se esculpía todo en el mismo Señor por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa.(…)Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento, para enseñarse a considerar a el Señor en lo muy interior del alma, que es consideración que más se apega, y muy más fructuosa que fuera de sí, como otras veces he dicho, y en algunos libros de oración está escrito, adónde se ha de buscar a Dios. En especial lo dice el glorioso san Agustín, que ni en las plazas, ni en los contentos, ni por ninguna parte que le buscaba le hallaba, como dentro de sí>. [1] Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida (40,5-6).

Vidriera de Teresa de Jesús. Ávila.

Las palabras de la Santa se enmarcan en la cuestión:<¿Qué es y quién es Dios?>, y son un ejemplo de la escritura espontánea que caracteriza su autobiografía y su mística que, de algún modo, interpela a la conciencia del lector. Irene Guerrero ha escrito una bella biografía novelada de la primera Doctora de la Iglesia (primera mujer doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca, bajo la presidencia del vicerrector Miguel de Unamuno en 1922)-, y relata así el mandato que fray García de Toledo da a la Santa: <Quiero que escriba su vida… ella responde, entre otras cosas: “-¿Podría hablar de oración? La oración es la que me ha cambiado... -Sí, lo quiero todo. -Entonces ya no preguntó más... Iba a escribir un libro. Iba a escribir su alma y a cantar las misericordias de Dios>. [2] Y la mística se hizo palabra en las obras de Teresa de Jesús.


En el s. XVI, las familias de origen judeoconverso –como la de la Santa- educaban en la lectura, mientras que las de los cristianos viejos apenas sabían leer. La lengua vulgar era la lengua romance, el latín estaba reservado para los hombres cultos y la jerarquía eclesiástica. Teresa de Jesús regateó, con la ayuda de Dios, al Santo Oficio que, por ser mujer, la menospreciaba, y le hizo sufrir mucho, pero no se achicó, al contrario, su espíritu se ensanchó con sus escritos. Si orar es hablar con Dios, en Teresa de Jesús es, además, escribir, ella misma se sorprendía porque Dios “habla sin hablar”; a pesar de tener confiscado su Libro de la Vida, superó la prueba de la verdad ante la Inquisición, esperó, con paciencia, en Dios, y relató, con amor, su experiencia mística. Nos cuenta que: <En este tiempo me dieron las Confesiones de san Agustín, que parece que el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré, ni nunca las había visto…Como comencé a leer las Confesiones[3], paréceme me veía yo allí; comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión, y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece, sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón; estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas y entré en mí misma con gran aflicción y fatiga. ¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece!> (9, 7-8). En adelante citaremos capítulo y el epígrafe del Libro de la Vida.


Este año 2015, celebramos el V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús en 1515, y el IV Centenario de la Segunda parte de Don Quijote de La Mancha de Cervantes en 1615. En el paso del Renacimiento al Barroco, para el catedrático Jesús Ruiz hay que: <entender el Quijote de manera global desde este concepto de socratismo cristiano (creado por E. Gilson de la síntesis agustiniana de socratismo y cristianismo). Es decir, que lo que hizo Cervantes fue novelarlo… En tiempos del emperador Carlos V, España se condujo por la senda europea, moderna, vitalista, mundana, humanista y científica. Bien es verdad que de una modernidad moderada, esto es, erasmista –una especie de síntesis entre la Edad Media y la Edad Moderna-. Pero cuando la Reforma se radicalizó en el norte de Europa, entonces España dio marcha atrás y se “recogió”, esto es, se acorazó frente a toda modernidad, marchando al revés, en la senda medieval ascética, mística y antiintelectualista. La “tibetanización” de España, según el famoso término de Ortega y Gasset. O el “recogimiento”, que es como Melquíades Andrés denomina a la espiritualidad de nuestro Siglo de Oro>. [4] Ahora bien, ¿el <socratismo cristiano> es la única forma de espiritualidad de esa época histórica o hay alguna más?


El profesor José Segura en, Lo místico hoy desde San Juan de la Cruz, escribe: <García Morente se lamentaba a Bergson de la ausencia de grandes filósofos en España. Éste, por el contrario, le contestó que “vosotros los españoles tenéis en la mística la más alta filosofía; vuestros grandes místicos, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han alcanzado, de un salto, lo que nosotros, filósofos, forcejeamos inútilmente sin conseguir>.[5] ¿La mística la más alta filosofía o la cima del saber? Según el poeta místico y filósofo F. Rielo: <Cervantes pasó a la novela la mística española. Podemos observar este hecho de especial manera en la cueva de Montesinos (II, 22, 23). Si esto es así, el Quijote es una metáfora mística que aparece conformada con el carácter propio de una época que no es la nuestra. Si Santa Teresa puso el castillo interior, Cervantes puso el caballero. No hay duda alguna de que D. Quijote no flaquea en la caballerosidad con que vigila sus armas y dignifica a los seres humanos (…) El mérito de Cervantes tiene el valor inmensurable de haber sabido injertar la unión mística en un símbolo, D. Quijote, que no tiene precedentes en la literatura universal. Su estado de unión divina tiene cualidades que describen S. Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, y que afirman de sí mismos. Las cualidades de tan alto grado de unión mística se resumen en que D. Quijote parecía como impecable, de tal modo que no se observa en él falta moral alguna. Su sentido moral es completo>.[6] Diríamos que en Cervantes hay, una “mística poética”, y en Teresa de Jesús, una “mística teología”.


<Acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en él. Esto no era manera de visión; creo lo llaman mística teología. Suspende el alma de suerte que toda parecía estar fuera de sí; ama la voluntad; la memoria me parece está casi perdida; el entendimiento no discurre –a mi parecer-, mas no se pierde; más, como digo, no obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende; porque quiere Dios entienda que de aquello que su Majestad le representa, ninguna cosa entiende>. (10,1). Así trasluce la presencia de Dios en su persona: <Dios… estaba dentro de mí>, y alude a las potencias del alma bajo la unidad de la persona en san Agustín: memoria, voluntad y entendimiento. De ahí el bello poema teresiano: “Búscate en mí”.


Después habla de la verdadera virtud: <Esta agua de grandes bienes y mercedes que el Señor de aquí hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que la oración pasada; porque se va ya esta alma subiendo de su miseria y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo las hace más crecer y también llegar más cerca de la verdadera virtud de donde todas las virtudes vienen, que es Dios. Porque comienza su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta ella cómo se le comunica… Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está su Majestad tan cerca de ella, que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con él, y no a voces, porque está ya tan cerca, que en meneando los labios ya entiende. Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos entiende Dios y está con nosotros. En esto no hay que dudar que es así; más quiere este Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí que nos entiende, y lo que hace su presencia, y que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma> (14,5-6). Dios es la fuente de toda virtud.


Detengámonos en esta expresión: <la verdadera virtud viene de Dios>. La virtud o la areté es, uno de los grandes ideales de la cultura griega, Jaeger resume así la doctrina de San Gregorio de Nisa:<la virtud cristiana descrita por Gregorio parece ser casi inalcanzable en la práctica para quien no cuente con la ayuda divina. Para San Gregorio debe de haber sido necesario destacar esta antigua idea de la ayuda divina, que encontramos a menudo en la poesía griega a partir de Homero y, más adelante, en la filosofía. Se convirtió para él en el punto en que se podía introducir el concepto, específicamente cristiano, de la gracia divina dentro del esquema de la paideia clásica. La concibió como la cooperación del Espíritu Santo con el espíritu humano. Pensadores teológicos más radicales como San Agustín y, siglos después, Martín Lutero, insistieron en que la iniciativa en este proceso no puede partir de la parte humana sino sólo de Dios…, sin embargo, el concepto que San Gregorio tiene de la virtud está más cerca, en este aspecto, de la tradición clásica. Llega incluso a sostener que la ayuda del poder divino aumenta en proporción al esfuerzo humano. No se trata de un mero intento de acercar la idea cristiana al concepto clásico de areté. La verdadera razón es más profunda. Como Platón, San Gregorio piensa que, por naturaleza, toda voluntad y aspiración humanas tienden hacia “el bien” …Esta lógica lleva a S. Gregorio, como a Platón, muy lejos, y su paideia no termina con esta vida sino con la siguiente>.[7] Vemos a la Santa cercana a San Gregorio de Nisa: Dios da el don de la gracia y, requiere, a la vez, nuestro esfuerzo personal.


Para X. Zubiri:<Es de suponer que santa Teresa en su última “morada”, o incluso, la propia persona de Cristo –por razones de otro orden-, no han tenido dificultad ninguna que vencer. Sin embargo, el amor de Cristo fue infinitivo; y no fue infinito el de santa Teresa, evidentemente, pero fue de lo más puro que cabe concebir en el orden religioso del amor. ¿Tenía dificultades santa Teresa para ejercer la virtud? Probablemente no. Lo difícil le hubiera sido hacer el mal. ¿Se va a decir por eso que santa Teresa no tuvo que lograr eso, que no tenía que mantener en vilo y con esfuerzo el amor en que consistía su virtud? Por supuesto que tuvo que hacerlo hasta la hora de morir. Es el esfuerzo como intensificación del puro momento de voluntariedad, cosa que no tenía nada que ver con vencer dificultades>.[8]


La emoción de Teresa de Jesús llega a su cima en sus visiones y arrobamientos: <Querría saber declarar, con el favor de Dios, la diferencia que hay entre unión a arrobamiento, o elevamiento, o vuelo que llaman de espíritu, o arrobamiento, que todo es uno. Digo que estos diferentes nombres todo es una cosa, y también se llama éxtasis… En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y así se siente muy sentido al faltar de él el calor natural; base enfriando, aunque con grandísima suavidad y deleite… Y digo que se entiende y veisos llevar, y no sabéis dónde; porque, aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace temer a los principios, y es menester alma determinada y animosa, mucho más que para lo que queda dicho, para arriscarlo todo, venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios>. (20, 1, 3 ,5). Unamuno dice de este capítulo: <Y a este arrobamiento se sube, según la mística doctora española, por la contemplación de la Humanidad de Cristo, es decir, de algo concreto y humano; es la visión del Dios vivo, no de la idea de Dios>.[9]


Para González de Cardedal: <El ejemplo más paradigmático de esta recuperación cristiana del Dios revelado en Jesucristo, reconocido en su faz y en sus llagas, es santa Teresa que, por propia experiencia personal y por sobrenatural sentido común, se aleja de la “mística de la esencia” para concentrarse en el amor, agradecimiento y contemplación de la humanidad de Cristo. Haga el lector la prueba leyendo el capítulo 22 de su Vida>.[10] Dice la Santa en dicho capítulo:<Como yo no tenía maestro y leía en estos libros, por donde poco a poco yo pensaba entender algo (y después entendí que, si el Señor no me mostrara, yo pudiera poco con los libros aprender, porque no era nada lo que entendía hasta que su Majestad por experiencia me lo daba a entender, ni sabía lo que hacía), es comenzando a tener algo de oración sobrenatural, digo de quietud, procuraba desviar toda cosa corpórea, aunque ir levantando el alma yo no osaba, que (como era siempre tan ruin) veía que era atrevimiento. Más parecíame sentir la presencia de Dios, como es así, y procuraba estarme recogida en él. Y es oración sabrosa, si Dios allí ayuda, y el deleite mucho>.


Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, escribe: <En un artículo, de un padre agustino, leo: “Con sólo atender al carácter eminentemente humano de aquella vida, por otra parte, toda de Dios, henchida totalmente de Dios…es, sin género de duda, santa Teresa de Jesús una de las almas más generosas y simpáticas que han descendido a este mundo”. Un carácter eminentemente humano. Las obras de Santa Teresa lo dicen; de la lectura de sus libros se desprende. Yo deseo que nuestra Obra sea así. ¿No os un acierto que nuestra Institución lleve el nombre de teresiana? … La Encarnación bien entendida, la persona de Cristo, su naturaleza y su vida dan, para quien lo entiende, la norma segura para llegar a ser santo, con la santidad más verdadera, siendo al propio tiempo humano, con el humanismo verdad… ¿Modelo? Santa Teresa de Jesús. Que nosotros conozcamos bien a esta santa, entendamos su doctrina y obremos de acuerdo con sus enseñanzas y ejemplos>. [11] Todo un desafío para los educadores cristianos.


Teresa de Jesús tuvo una gran afición a la lectura (libros de caballerías), inculcada por su madre, y fue una prolija escritora gracias a la presencia de Dios en su vida: <Cuando se quitaron muchos de libros de romance, que no se leyesen –libros prohibidos por la Inquisición que acechó toda su vida a la Santa-, yo sentí mucho, porque algunos me daban recreación leerlos, y yo no podía ya, por dejar los (escritos) con latín, me dijo el Señor: “No tengas pena, que yo te daré libro vivo”. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones; después, desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero, adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar!>. (26,6).

Espero haberles dado un poquito de lo que he aprendido de la Maestra de la Luz.


[1] SANTA TERESA de JESÚS: Libro de la Vida. Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 2000, p. 260. Revisión textual, introducción y notas: Enrique Llamas, Teófanes Egido, Daniel de Pablo Maroto, José V. Rodríguez, Fortunato Antolín, Luis Domínguez Martínez. Director: Alberto Barrientos.


[2] GUERRERO, Irene: Teresa de Jesús. La dama herida. San Pablo, Madrid, 2014, p.139-40.


[3] Cf. O.C., p. 51. <La 1ª edición española de las Confesiones… salió de las prensas de A. de Portonariis, en Salamanca, el 15 de enero de 1554. Muy pronto vino providencialmente a manos de la madre Teresa>.


[4] Cf. RUIZ FERNÁNDEZ, J.: <El socratismo cristiano en el Quijote>, en Ingenium. Revista Electrónica de Pensamiento Moderno e Historia de las Ideas, volumen 8, 2014, pp. 2 y 5. Melquíades Andrés: en Los recogidos: nueva visión de la mística española (1500-1700), Madrid, FUE, 1975. Y R. Ricard: <Notas y materiales para el estudio del “socratismo cristiano” en Santa Teresa de Jesús y en los espirituales españoles>, en Estudios de literatura religiosa española, Madrid, Gredos, 1964, p. 22-147.


[5] SEGURA, J.: Filósofos poetas-poetas filósofos. Universidad La Laguna, Edit. Fd. Rielo, 2011, pp. 86. Para él:<Santa Teresa y S. Juan –le llamaba “mi Senequita”- hablan por propia experiencia que describen pormenorizadamente, teniendo a Dios como fuente de amor, saber de su amor y de cómo Él nos ama y nos ha estado amando como se recoge en las Sagradas Escrituras, compartir la experiencia mística del Divino Maestro con su muerte y resurrección en la Eucaristía y transformarse gracias al Espíritu>; p.114.


[6] RIELO, Fernando: Teoría del Quijote. Su mística hispánica. Edic. José Porrúa, Madrid, 1982, p.27, 165.


[7] JAEGER, W.: Cristianismo primitivo y paideia griega. F. C. E, México, 1965, p.123-4.


[8] ZUBIRI, X.: Sobre el sentimiento y la volición. Alianza Editorial-Fund. X. Zubiri, Madrid, 1992, p. 79.


[9] UNAMUNO, M.: Del sentimiento trágico de la vida. Austral-Espasa-Calpe, Madrid, 1976, pp. 197,198.


[10] GONZÁLEZ de CARDEDAL, O.: Dios. Sígueme, Salamanca, 2004, p. 191.


[11] POVEDA, P.: Amigos fuertes de Dios. Narcea Ediciones, Madrid, 1993, p.93, 94. Introducción, comentarios y selección de textos de Mª Dolores Gómez Molleda.

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