<Viaje alrededor de El Quijote>. Fernando del Paso. Premio Cervantes 2015. (In memoriam).
"Homo viator" es una bella expresión latina de la metáfora del hombre como viajero de la vida. El libro de Fernando del Paso, <Viaje alrededor de El Quijote>, es, en sus palabras, "un acercamiento a esta obra maravillosa". La ilustración de la portada es de Fernando del Paso, Don Quijote de la verde mar, 2000. El prólogo, "La pausa y la voz de Fernando del Paso", está escrito por Juan Cruz, que recuerda un grito solidario del escritor con los 43 muchachos de Iguala: "¡¡Todos somos Ayotzinapa!!": <Era Fernando del Paso en estado puro, un hombre libre que salía a caminar, con Don Quijote, por la veredas de su conciencia y hallaba en esa voz obtenida de la difícil huella del tiempo el rigor que habita en su rabia>. El libro, dedicado a la Universidad de Guadalajara, contiene bellísimas ilustraciones del Museo Iconográfico del Quijote. Guanajuato (México). El escritor mexicano falleció el 14 de noviembre de este año, el <Instituto Cervantes pone su biografía y su discurso de recepción del Premio Cervantes 2015> a nuestra disposición. Lean la entrevista al escritor mexicano, "Viaje alrededor de Fernando del Paso", de Jorge Fernández en El País>, con motivo del Premio Cervantes.
Esta lúcida obra de Fernando del Paso va más allá del texto de El Quijote, en ella encontrarán un conjunto de perspectivas que muestran diversas visiones "alrededor del Quijote" que interpelan a nuestra conciencia. No le duelen prendas decir lo que piensa: si hay que alabar a Cervantes lo ensalza con justicia, si hay que cuestionarlo lo hace sin prejuicios, si hay que criticarlo lo argumenta con sólidas razones. Un elenco de poetas, novelistas, dramaturgos, filósofos, artistas y cervantistas que interpretaron El Quijote, son analizados con total independencia de espíritu, con lo cual, el viaje cultural a través del espacio y el tiempo se convierte, con "la imaginación, la loca de la casa", Cervantes y la literatura universal, en una gran lección de humanidad. Todo ello -no podía faltar-, escrito con fino sentido del humor y entreverado de cervantina ironía.
Dada la densidad de la obra, tanto por las referencias literarias como por la meditación que supone para los lectores, pondré algunos ejemplos significados del libro. <En ¿Leoncitos a mí?>, (cap. I), escribe: <Nadie, por supuesto me obligó a leer El Quijote, ni a leer nada de lo que sobre él se ha escrito. Tendría yo diez o doce años cuando llegó por primera vez a mis manos, y quedé fascinado, primero, por las ilustraciones de Gustavo Doré. Después o al mismo tiempo, por el texto. Me divirtió como me divertían los libros de Salgari, de Dumas, de Zevaco o de Verne, y quiero creer que lo leí completo. Volví a El Quijote mucho tiempo más tarde, por curiosidad: una curiosidad que se transformó en un inmenso respeto, un respeto que se convirtió en amor, un amor que se conviritió en una de esas obsesiones que suelen alimentarme por varios años en tanto yo, a mi vez, cumpla con sus exigencias y las retroalimente>.
<Un cervantista que se respete, si se atreve a escribir sobre El Quijote, debe, primero, esmerarse por ver en él lo que nadie antes había visto y, si lo logra, aplicar todo su talento en la a veces difícil tarea de comunicarlo al lector. Pero sucede que yo no soy cervantista; comencé no tanto a estudiar El Quijote, sino a regodearme en él, y con la polvareda que ha levantado, ya pasados los sesenta años de edad: no me alcanzaría la vida para ser un cervantista>. Más adelante habla de las "gratas sorpresas que he encontrado en mis lecturas sobre El Quijote". Esta creo que es la primera gran lección: sé tú mismo lector o lectora, seas o no cervantista, sé libre a la hora de interpretar la obra. Por eso recuerda que: <Para disfrutar El Quijote en toda su grandeza, no hace falta leer ni una sola palabra de lo que sobre él se ha dicho. Bienaventurados los lectores que se acercan por la vez primera a El Quijote con el alma pura>.
A Miguel de Unamuno, Fernando del Paso le critica en varias ocasiones, acertadamente, por sus comparaciones odiosas de Francisco Pizarro y la conquista de Perú, en su obra Vida de Don Quijote y Sancho (capítulos XI, XVIII (XIX Y XX) del Quijote) que, como escritor hispanoamericano, no puede pasar por justicia, no sólo poética, sino histórica. Le recrimina a Unamuno una contradicción al reconocer, el pecado de Don Quijote (al hacerse pastor al final de la obra) y del pueblo español por las atrocidades de Italia, Flandes y América. Hablando de la lengua castellana de todos, Cervantes, Quevedo, Góngora, "la misma leche que mamaron" Neruda, Borges, Lezama Lima, Cortázar, Rulfo, Carpentier, García Márquez y tanto otros. (...) Cita a Azorín que decía: "que no hubo decadencia, sino extravasamiento a América de la energía y la sangre españolas". Si así fue -prosigue Fernando del Paso-, sólo pudieron hacerse patentes hasta que cristalizaron en la energía y la sangre del lento, prodigioso mestizaje cultural que se inició con la conquista... En cada país hispanohablante del continente, el castellano conquistó también la independencia. Cada país lo habla como quiere hablarlo y lo escribe como quiere escribirlo". Todo un homenaje a Cervantes, diría yo, y al español como lengua de esperanza y de libertad.
El "viaje como imagen de la vida y el vivir como aventura de la imaginación", son dos constantes del pensamiento de Fernando del Paso, tras un viaje por la literatura de los clásicos y la historia de América, nos adentra en la cultura iberoamericana (hispano-lusa): <En la obra de Camöes, afirma Maeztu, "se encuentra la expresión conjunta del genio hispánico en su momento de esplendor. Allí están su expansión mundial y su religiosidad característica: la divinización de la virtud humana". Por esta razón, continúa el crítico español, "habría que considerar Os Lusíadas y El Quijote como dos partes de un solo libro escrito por dos hombres, a pesar de su disparidad aparente... donde acaban Os Lusíadas comienza Don Quijote">. Para Fernando del Paso El Quijote es un libro de viajes y, mal podríamos entenderlo, sin comprender otras obras de Cervantes como: "Viaje del Parnaso" o "Los trabajos de Persiles y Sigismunda".
En su itinerario por los clásicos nos dice: <Lo que constituyó una novedad fueron los paralelismos que Arturo Marasso Rocca (Cervantes, Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 1947) descubrió entre El Quijote y la Eneida, y entre El Quijote y las aventuras de Ulises, el Ulises de Homero, aunque creo que sería conveniente aclarar que Vicente de los Ríos se le adelantó con unas cuantas observaciones al respecto>. No faltan las alusiones a Homero, Hesíodo, Platón y Aristóteles, Séneca, Cicerón, San Agustín, Santo Tomás, Dante, Calderón. Desfilan ante nosotros grandes escritores universales que han interpretado El Quijote, desde la alabanza de Dostoievski a la crítica mordaz de Nabokov, Borges, Sábato, Carlos Fuentes, Rubén Darío, Torrente Ballester (del que hace un excelente análisis de su obra <El Quijote como juego>), Rosales (<Cervantes y la libertad>), Casalduero, Salinas, Ortega y Gasset y sus "Meditaciones del Quijote", Américo Castro, Miguel de Unamuno, etcétera. Muchos pasajes del Quijote pasan ante nuestros ojos en la diáfana interpretación de Fernando del Paso, la cueva de Montesinos, las Cortes de la muerte, el Palacio de los Duques, el Retablo de Maese Pedro, Don Quijote en las justas de Zaragoza y en la playa de Barcelona. El acicate de Avellaneda para el memorable Cervantes de la segunda parte de la obra. Sugiere mil historias de libros de caballerías y de viajes de la literatura universal de todas las culturas. Un espléndido capítulo: "El salto inmortal de Don Álvaro Tarfe o El complot de Argamasilla de Alba".
Un capítulo muy interesante es, desde el punto de vista ético, el que trata del personaje, nos dice Fernando del Paso: <Que Don Quijote sea un caballero virtuoso, no lo duda nadie. Que sea un caballero enamorado, tampoco. Pero yo diría que está lejos de ser todo virtudes y todo amores>. Menciona dos obras, la de Eric J. Ziolkowski, La santificación de don Quijote: de hidalgo a sacerdote (en el que le compara con Cristo); y la de André Comte-Sponville, el Pequeño tratado de las grandes virtudes. Para Fernando del Paso: <Comte-Sponville, por su parte, medita sobre dieciocho virtudes entre las que se hallan varias que en mi opinión Don Quijote nunca tuvo -o al menos le escasearon-, como por ejemplo, la gratitud, la temperancia -en lo que a carácter y comportamiento se refiere-, la tolerancia, la prudencia, la dulzura y el humor. Pero hay otras que sin duda se le pueden atribuir, como la pureza, la justicia -a su modo- y la fidelidad: a sus ideales cuando menos. Quedan en duda la valentía y una virtud a la que Comte-Sponville en su bello tratado dedica más páginas -sesenta y cuatro para ser exactos- que a ninguna otra: el amor>. El escritor critica lo irascible del personaje y de ser un sujeto violento, recuerda la primera salida en la venta y el pasaje en el que Haldudo azota sin piedad a Andresillo; cuando DQ le dice al cruel labrador:<estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza>. Aquí discrepo del autor, pues creo que es una forma de hablar, dice más de lo que hace. Otro ejemplo es la "remisión de Sancho" a la orden de DQ: <que tienes en azotarte y castigar esas carnes que vea yo en comidas de lobos>. Aquí parte una lanza, Fernando del Paso, a favor de Unamuno, hablando de la gratitud que le debe DQ a Sancho:<Dice bien Unamuno -quien además de caer en numerosos disparates suele atinar en algunas cosas-: "Se diría que Sancho le sacó de su casa la codicia, así como la ambición de gloria a Don Quijote, y así tenemos, en amo y escudero, los dos resortes que juntos en uno han sacado de sus casas a los españoles>. En cuyo caso, si no se trata de ingratitud, sí de soberbia, el otro de los grandes pecados mayores que se mencionan por Don Quijote>.
En el capítulo dedicado a Don Quijote de nuevo crucificado, hace otra referencia a Ortega y Gasset, y a su libro Meditaciones del Quijote -cuyo título, escribe Fernando del Paso, nunca me he explicado: ¿quiso decir acaso meditaciones, sobre, o acerca de El Quijote? ¿O El Quijote, el libro, el que medita sobre sí mismo? -, Ortega, decía, tras hablar de Los nombres de Cristo de Fray Luis de León, señala que “Podría escribirse unos <Nombres de Don Quijote> porque -agrega- en cierto modo es Don Quijote la parodia triste de un cristo más divino y sereno: él es un cristo gótico, macerado de angustias modernas, un cristo ridículo de nuestro barrio, creado por una imaginación dolorida que perdió su inocencia y su voluntad y anda buscando otras nuevas. Cuando se reúnan unos cuantos españoles sensibilizados por la miseria ideal de su pasado, la sordidez de su presente y la acre hostilidad de su porvenir, desciende entre ellos Don Quijote… “Siempre que estéis juntos -murmuraba Jesús- me hallaréis entre vosotros”>.
Pues yo he leído muy interesante que tiene su origen en esta idea de Ortega, “Los nombres del Quijote: una alegoría a la ética moderna”, del Catedrático de Ética y Filosofía Política de la Universidad Complutense, José Miguel Marinas. (Calamar Ediciones. Madrid. 2005).
Para Fernando del Paso: <Uno de los campeones de la santificación del Ingenioso Hidalgo fue, desde luego, Miguel de Unamuno, quien a su vez lo llama “El Cristo Castellano” y “Mi San Quijote”, y que por otra parte no cesa de compararlo, a la menor provocación, con el fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola>. Vuelve a la carga con Unamuno al recordar la obra de Ziolkowski que cita a Voltaire, quien, en tono de burla, compara la vida del santo con Don Quijote ), además, de otro precedente en La Haya en 1738, Pierre Quesnel que estableció -prosigue Fernando del Paso-, “varias analogías entre las extravagancias y locuras del santo y las de Don Quijote”. Y apostilla el escritor mexicano: <Pero Unamuno era muy serio y sus conceptos sobre El Quijote, demasiado solemnes como para citar los antecedentes, si es que los conocía>. Alude a Kazantzakis <quien llamó a santa Teresa de Ávila -también gran aficionada a las novelas de caballerías- “esposa mística” de Don Quijote>. Al hilo de los pasajes de El Quijote intercala textos de la crítica literaria universal con gran sabiduría y, a veces, con gran sentido del humor.
El último capítulo, que se lo dedica a Dulcinea, es un paseo por el arte y la teología mariana en el que descubrimos la amplísima cultura religiosa de Fernando del Paso, disfrutarán de su amena lectura y su bella escritura de un espíritu libre, y como dice él, al principio de la obra: <Les aconsejo -aunque no guste a mis editores que lo diga- que cierren este libro ya, y se sumerjan en el delicioso libro de el Manco de Lepanto>.
Recomiendo ver el HOMENAJE a FERNANDO DEL PASO del Instituto Cervantes el 25 de abril de 2019, y lectura teatralizada de Viaje alrededor de El Quijote del Premio Cervantes 2015.