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José María Callejas Berdonés. WWW.QUIJOTEDUCA.ORG

Dramatización de la <Apología de Sócrates> de Platón. "Sócrates": versión de Enrique Llovet.


La muerte de Sócrates. Jacques-Louis David. 1787. The Metropolitan Museum of Art Nueva York.

Dramatización de la “Apología de Sócrates” de Platón.

(Basada en la versión teatral “Sócrates” de Enrique Llovet. Colección Teatro Escelicer. Madrid. 1972). Ver el artículo de Enrique Llovet: Teatro Europeo (ABC/3-5-1985) que, entre otras cosas, hablando del Festival de Sitges escribe: "Es un lugar esperanzado a donde acuden las gentes de teatro para reconocerse y confirmar su en la capacidad de la expresión dramática para continuar formulando el sentido de la vida humana".

Adaptación teatral para la asignatura de ÉTICA de PRIMERO de BUP, realizada por las alumnas Marife Patino e Isabel García y el profesor de Ética José Mª Callejas Berdonés.

Instituto de Bachillerato “García Morato”. Curso 1987-1988. Madrid.

El texto de la adaptación lo publicaremos en PDF descargable tanto en nuestra sección de Historia de la Filosofía como de Ética.


Narración introductoria: La acción se desarrolla Atenas, s. IV a. C. Sócrates ante el Tribunal.

Música ambiental mientras se proyectan diapositivas de Grecia y se oye la voz del narrador.


A la izquierda del público, en el estrado, el juez representante del Tribunal ateniense, a la derecha, el acusado Sócrates, detrás de él, los discípulos. Cámara negra como telón de fondo del escenario, Sócrates con túnica blanca. Luces y sombras en el escenario. Suena música clásica…

ACTO I.


Discípulo: Ya están ahí los jueces, Sócrates, por favor, piensa un poco en tu defensa.

Sócrates: He vivido sin cometer ninguna injusticia: ¿qué defensa quieres? Además, amigo, ¿prefiero morir a rogar servilmente de por vida?


Acusador: ¿Dónde están tu mujer y tus hijos? ¿Y tu defensa? Es un loco…

Discípulo: Un loco no, de loco no tiene nada.


Acusador: Veamos, ha quedado registrada la siguiente acusación de Meleto: “Sócrates es reo de crimen al no adorar a los dioses de la ciudad y pretender introducir novedades en los problemas divinos, además, corrompe a la juventud. Se pide, pues, para Sócrates la pena de muerte”. Sócrates ¿juras decir la verdad?


Sócrates: Lo juro.

Acusador: No sé, Sócrates, si mereces estar aquí, pero ya que has comparecido, es necesaria la pena de muerte. ¡Atenienses! (mira al público) si le dejáis libre corromperá a vuestros hijos, y los perderéis. Sócrates es un gran orador, hace que quien lo escucha contemple con aire de superioridad el orden establecido por las leyes. Estas son sus teorías que hacen que los jóvenes desprecien el sistema: el Estado.


Sócrates: Pero ¿qué dices? Eso sería forzar a la juventud, y todo ser que es violentado, nos odia. Es deber de los maestros enseñar la práctica de la ciencia que explican, que estudian. Estoy dispuesto a obedecer la ley, pero querría conocerla bien, ¿cuándo se me prohíbe razonar y hablar, os referís a la palabra justa o injusta? Si os referís a la palabra justa, eso va en contra de la justicia, en caso contrario, me imagino que la ley obliga, simplemente, a decir la verdad.

Acusador: En vista de que no entiendes, Sócrates, te lo diré de otra forma. No puedes seguir dialogando con la juventud. Yo me sumo a la petición de pena de muerte.


(Debe situarse la escena diferenciada en distintos espacios dramáticos, los personajes que intervienen en el juicio directamente, y el pueblo-espectador del juicio en Atenas).


PUEBLO (coro): Espero que otros filósofos sean un poco más felices que Sócrates. De su sabiduría se deduce todo lo contrario… todo lo sabéis… vive, como no viviría ningún esclavo, sus comidas y bebidas son las más miserables de la ciudad, lleva el mismo vestido en verano que en invierno, va descalzo, y a menudo sin túnica. Sencillamente es un maestro de la infelicidad, que no sabe más que hablar y pensar… muy bien. Es hábil y terrible.


Sócrates: Si he oído bien… Sí, no soy esclavo ni de mis comidas, vestidos, hábitos… ¿no será mi causa, una causa poderosa y grande cuando estoy dispuesto a todas horas a servir a mi patria y a mis amigos? La felicidad consiste en delicias y lujos… yo soy feliz ¿no consistirá en no necesitar nada?

(Sócrates mira hacia adelante, sonríe, baja la cabeza y comienza a hablar. Demuestra serenidad).

Mi obligación es ser sincero, la de los jueces, decidir si lo que oyen es justo o no. Hace años que tratan de haceros creer (señala y habla al pueblo) … que existe un Sócrates medio brujo, curioso de lo que pasa en el cielo y la tierra… “Los árboles no enseñan nada”. Esa es la calumnia de la gente que no me conoce, ni yo conozco. Y es muy difícil atenienses, pelear contra sombras que no van a comparecer aquí.


Acusador: Entonces, ¿qué haces, Sócrates? ¿De dónde salen esas calumnias? ¿Por qué hablan tanto de ti si eres como los demás?

Sócrates: Razonable pregunta.

Mi reputación nace de que tengo sabiduría, una sabiduría simple, sencilla, de hombre, sólo de hombre, y si alguien me atribuye otra sabiduría (divina), miente. Mi único lema es: “CONÓCETE A TI MISMO”. Jenofonte fue al oráculo y preguntó… (Rumor)… ¡Por favor, dejad de murmurar!... Preguntó si había algún hombre más sabio que yo… y la respuesta fue NO.

¿Qué ha querido decir el oráculo, si yo no soy sabio y Apolo no miente? Para averiguarlo fui a casa de un político y lo examiné a fondo. No era sabio en absoluto y yo intenté demostrárselo, me gané su enemistad y pensé: “Ninguno de los dos sabemos nada, pero soy más sabio que él porque al menos lo reconozco”. Lo mismo pasó con los poetas y artesanos, gané enemigos y nació una pesada calumnia. Todos creen que yo sé lo que simplemente demuestro que el otro no sabe.

Vamos a ver, ven, ven, acércate y dime… ¿Hay algo para ti más importante que la educación de la juventud?


Acusador: ¡No, nada!

Sócrates: Bueno, pues ya que dices haber encontrado a quien corrompe a los jóvenes, dime ¿quién les hace más bien? Vamos, ¿no contestas? Vamos, ilustre patriota…


Acusador: Las leyes… y los jueces.

Sócrates: Formidable, no andamos escasos de educadores. Y los demás ciudadanos que presencian el juicio ¿podrían educarles?


Acusador: También, sí, también podrían.

Sócrates: Bien, entonces, todos los jueces y atenienses menos yo mejoran a la juventud, sin embargo, yo la pervierto. ¿No es eso?


Acusador: Exacto.

Sócrates: Bueno, ahora, ¿qué es mejor, vivir entre los buenos o entre los malos? Vamos no diría que es una pregunta difícil contesta…


Acusador: Evidentemente.

Sócrates: Sabes mucho para tu edad… los malos hacen daño a los de alrededor ¿soy tan estúpido que ni siquiera pienso que al corromper a los que me rodean me expongo a un peligro? No, ni yo te creo, ni te puede creer nadie.

No entiendo, este punto está totalmente claro, no es lógico discutir algo así y hacer perder el tiempo a los jueces. Además de esta calumnia ¿se puede saber qué más dicen que intento hacer?


Acusador: Yo puedo decir lo que has intentado hacer… Replantear, reformar las leyes de la ciudad… Y eso no se puede tolerar.

Sócrates: Ah, ¿no? ¿y por qué? Las leyes de la Naturaleza son inalterables y no pueden violentarse sin peligro. ¡Pero las leyes humanas! ¿Qué quieres hacer cuando esas dos clases de leyes entran en colisión? Sólo hay una cosa: debemos considerar las nuestras.


Anitos: Tú no puedes discutir las leyes de Atenas.

Sócrates: Claro que puedo. Debo someterme a la voluntad de la comunidad, pero soy libre para pensar lo contrario, y para tratar de cambiar esa ley injusta.


Anitos: Atenienses… El primer cimiento del Estado es la religión (dioses). Sócrates no cree. El segundo es la familia. Sócrates tiene abandonada a la suya y ofende a las demás. El tercero son los negocios. Sócrates no come, no viste, no bebe, no ama, no compra, no vende y no gasta… Sólo… piensa.


Sócrates: Pienso y molesto. Nadie que quiere ser buen jinete se busca un caballo dócil… Yo pretendo vivir en la “polis”, en sociedad. Nos os enfadéis porque os cante las verdades. Llamad a cualquier testigo. Si yo hubiera corrompido a la juventud… ¿cómo al madurar no suben aquí y piden mi muerte? ¿Y sus padres? ¿Cómo no vienen a decir que pervertí a sus hijos? Aquí veo muchos -dirigiéndose al pueblo… el público): Critón, padre de Cristóbulo, Lisianias, padre de Esquines.


Creo inútil insistir en mi defensa, y sólo quiero acabar un punto atenienses, tengo tres hijos, uno adolescente y dos muy niños… Pero no voy a hacerles venir para pedirles la absolución. Pienso que la muerte hay que afrontarla con entereza. Nada más. Los jueces no están aquí para favorecer a nadie, sino para juzgar según la ley. NO ATENIENSES, cumplir con vuestro deber de dictar sentencia. Hacedlo por vosotros y por mí.


FIN DE LA PRIMERA PARTE. Telón y música…

ACTO II.


Todos los discípulos rodean a Sócrates. Vota el Consejo de los 500. Arconte: ¡SENTENCIA!:


Acusador: El jurado declara culpable a Sócrates, por 281 votos a favor de la acusación. Le ley de Atenas nos obliga a liquidar el asunto en el día. Admitida la culpabilidad, el Jurado debe decidir la pena correspondiente. Los acusadores solicitan la pena de muerte. Habla Sócrates para proponer la pena correspondiente.


Sócrates: No lo tomo a mal, ni me indigno, ni me extraño de me que hayáis condenado. Lo esperaba. Bien… ¿a qué me condenaría yo?... ¿qué pena merezco a mis propios ojos? Lo justo sería que me tuvieseis en el Pritaneo. ¡SIEMPRE SERÁ MEJOR SUFRIR LA INJUSTICIA QUE COMETERLA!


El Jurado decide si la pena es multa o pena de muerte. Arconte se dispone a dictar sentencia: el Consejo de los Quinientos condena a Sócrates a muerte.


Sócrates: Amigos llegó la hora de la separación… Sólo Dios puede saber quién tiene más suerte. No lloréis…

Fedón-discípulo: ¡No puedo soportar que te maten injustamente!...


Platón-discípulo: ¡Sócrates es el que tiene razón! (Sócrates les tranquila a todos…).


(Sócrates está en la prisión esperando la ejecución. Los discípulos tratan de salvarle por todos los medios). Música. Estamos en el amanecer.


Sócrates: ¿Qué hacéis aquí? ¿No es muy temprano?

Critón: Sí.

Sócrates: Es raro que el carcelero os haya dejado entrar.

Critón: Ya casi somos amigos… Le debemos algunos favores.


Sócrates: ¿Por qué no me había despertado?

Fedón: Te estábamos mirando… tienes un sueño tranquilo.


Critón: Durante toda mi vida he admirado tu carácter, pero ahora… Estamos acostumbrados a tu serenidad con la que soportas la desgracia.

Sócrates: Es cierto, pero ¿por qué habéis venido tan pronto?


Critón: Te traemos una mala noticia. No para ti por lo que se ve, sino para tus amigos.

Sócrates: Que volvió de Delos la nave del Estado, que tengo que morir. Así sea si lo quieren los dioses.


Critón: No Sócrates, escúchanos, aún estás a tiempo de salvarte. ¡Haznos caso!

Fedón: Yo he traído bastante dinero. Y todos… En ningún lugar será un simple desterrado, sino alguien queridísimo…


Critón: No elijas ahora la salida más fácil, cuando toda la vida has hecho todo lo contrario. ¡Mira las puertas están abiertas!

Sócrates: Si mi huida no es justa, no huiré, aunque la multitud me asuste como a un niño. ¿Vale o no vale la idea de que “vivir limpiamente” es más importante que vivir…

Critón: Sí vale.


Sócrates: Lo único que importa en este mundo es la VERDAD. Vivir limpiamente significa ser justo, honesto, honrado. Entonces hemos de saber si es justo que yo salga de aquí sin permiso de los atenienses… Porque si no lo es, no admite discusión. Prefiero la suerte a la injusticia.

Creo que hay algo que espera a los muertos, y ese “algo” es mejor para los buenos que para los malos. O es imposible saber o sólo lo sabremos cuando estemos muertos… NADIE HACE EL MAL A SABIENDAS.

A mí me llama ya el destino, como diría un héroe de la tragedia…


Critón: ¿Cómo quieres que te enterremos?

Sócrates: Como más os guste. Veo que no he convencido a Critón de que aún soy Sócrates. ¡Pobre Critón! Me gustaría que soportase mi muerte con serenidad. No tiene que sufrir si me queman o me entierran, por no voy a padecer -al beber la cicuta- lo más mínimo. Tiene que decir que vas a enterrar mi cuerpo y nada más… Y ese, entiérralo como quieras, como se acostumbre. Ya no digo más porque es hora de partir. ¿Soy yo o vosotros quién va a una situación mejor? Eso es oscuro para cualquiera excepto para la divinidad…


(Narrador con fondo musical, se oscurece la escena, sólo queda una luz…).


La limpia ciudad de Atenas entendió pronto que aquel juicio y aquella muerte constituían un crimen mayor… el pecado más grave… el error más terrible… que se puede cometer en este mundo: SUPRIMIR LA VOZ DE UN HOMBRE CUYA META EN LA VIDA ERA CONOCER EL BIEN.


(Telón… música… se apaga la última luz… suena la música que es la última palabra del hombre).

FIN.


Documento de trabajo para la clase de Ética o de Historia de la Filosofía para Platón.


Cuestiones para el diálogo con los alumnos de dos cursos de primero (1ºK y 1ºL), además de un comentario personal del texto que tenían que hacer como trabajo de clase:


1.- ¿Es justa la sentencia con Sócrates?


2.- ¿Y el valor de la felicidad en Sócrates?


3.- Diferencia entre verdad, error y mentira en el Juicio.


4.- ¿Se ajusta a la realidad las acusaciones contra Sócrates? Razona tu respuesta.


5.- ¿Qué es para ti la justicia?


6.- ¿Por qué es Sócrates hombre sabio? El diálogo y la verdad.


7.- “Conócete a ti mismo”. Explica tu opinión sobre este lema de Sócrates.


8.- Explica tu concepto de felicidad.


(No conservamos ni diapositivas del montaje ni testimonios escritos de los alumnos).



Excelente y documentado artículo de Carlos Gortari, actualizado 11/2/2016, incluye PDF de la Revista Reseña (Revista de Literatura, Arte y Espectáculos) dirigida, desde 1964 a 1976, por Antonio Blanch, SJ, autor de: "El hombre imaginario. Una antropología literaria").

Obra recomendad para conocer la vida cotidiana de la Atenas Clásica.

Recomendamos tres excelentes obras sobre Sócrates y su influencia en la filosofía de hoy.



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